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martes, agosto 1

Volver

Estaba muy bien pensado como para arruinarlo ahora... voy a hacer lo posible por no arruinar una historia tan linda.

Miercoles. Mercadillo de Fuenlabrada, Madrid, España. Mucha gente que viene y que va buscando ofertas o quien sabe qué. Uno va caminando, entrando en cada "stand" (era así?) y revolviendo en busca de ESO, que no sabés que es, pero se supone que tiene que existir. En una de esas incursiones escuchás entre todas esas voces un tarareo a la distancia. Afinás un poco el oido y te das cuenta de donde viene. La canción te parece conocida... ¿pero de donde?
Al fin llegás al dichoso stand... ahí una mujer de unos cuarenta y pico, rubia, canosa... estaba sentada en una banqueta, con la mirada perdida, tarareando su cancion. Poco a poco ese tarareo fue subiendo el volumen hasta que todos nos dimos cuenta de lo que cantaba (y bien hecho). Esa mujer irradiaba tristeza, melancolía... Se veía a lo lejos que estaba triste. Creo que estuve al borde de ir y darle un abrazo fuertísimo, y traspasarle todo el calor que sentía en ese momento, como a mí me gustaria que alguien haga en este momento. Esa mujer sí sabía lo que quería... y no era material... o tal vez sí. A diferencia de los demás que nos metíamos en cada stand a curiosear buscando un algo...

Sabés que cantaba esa mujer? El tango Volver... con un acento argentino inconfundible. Y sé que me dieron ganas de abrazarla por que la entendí.

Sinceramente espero que esa mujer encuentre su lugar... y que en este momento se sienta mucho mejor.

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos, van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron, con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo: "Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada,
que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra.
Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches que, pobladas de recuerdos, encadenan mi soñar.
Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.





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